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19/6/07

Va a ser verdad (IV)

“—Fíjese en este titular a tres columnas del Chronicle. ¿Por qué en el Inquirer no aparece a menudo uno semejante?
—¡La noticia no es para tanto!
—Señor Carter, si el titular es grande la noticia también lo será”.

Ciudadano Kane, (Orson Welles, 1941)

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15/6/07

Sobre los pactos


Del Dilema del Prisionero se deduce que la búsqueda del máximo beneficio a toda costa lleva a renunciar al beneficio mutuo de la opción cooperadora. PSdeG y BNG lo saben perfectamente y por eso llegaron a un acuerdo marco para gobernar los ayuntamientos en los que se necesitan el uno al otro. Ahora bien, como demuestra un experimento realizado un experto en la teoría del juego citado por Eduardo Punset en El viaje a la felicidad (Destino, 2005) la viabilidad práctica de la opción cooperadora depende de la confianza. Y la confianza en cada municipio no se puede fabricar en una mesa de negociaciones.

Es decisivo “hacer aflorar la confianza de cada individuo en la credibilidad del resto”, una circunstancia que, por otra parte, forma parte de “las bases psicológicas de la incidencia significativa de una democracia transparente, es decir, preocupada por generar la confianza individual en los estamentos políticos”. Por esa razón, aunque socialistas y nacionalistas visualicen (en la virtualidad del acuerdo marco) las ventajas de la opción cooperadora, eso no quiere decir que (en todos los casos reales de la negociación en el ámbito local) exista suficiente confianza como para que las dos partes optimicen el máximo beneficio individual a través de la cooperación.
Las ventajas de la opción cooperadora no son los únicos rasgos determinantes de la negociación política que PSdeG y BNG mantuvieron durante ocho días en busca de un acuerdo para gobernar los municipios sin mayoría absoluta.
Uno de los más importantes es que todos los miembros de la comisión negociadora, tanto los de una formación como los de la otra, sabían desde el principio que iban a firmar. ¿Por qué, entonces, el (aparente) vaivén de las conversaciones? La respuesta hay que buscarla en la parte más débil de la negociación. La condición de fuerza minoritaria obliga a quien asume ese papel a hacer ver que, por más que las ventajas de la cooperación así lo determinen, el futuro no está escrito. De ahí que sus dirigentes tuviesen interés en escenificar que el pacto no era inevitable. La capacidad de mejorar posiciones de la parte más débil en cualquier negociación depende directamente de que sea capaz de hacer verosímil su afirmación de que el acuerdo final no tiene por qué ser el que todos esperan; de lo contrario no obtendrá ventaja alguna, porque a su adversario, la parte más fuerte, le bastaría con esperar de brazos cruzados.
Por esa razón la estrategia negociadora de la parte más débil de un proceso dirigido a lograr un acuerdo exige no dar nada por sentado y hacer que el contrario visualice la verosimilitud del escenario que menos le favorece. La parte más fuerte debe creer que su socio potencial está dispuesto a mantener el desacuerdo, sólo de ese modo estará dispuesto a hacer concesiones para no poner en riesgo su objetivo final.
Para construir este escenario, la parte más débil, en este caso (y en términos exclusivamente aritméticos) el BNG, siguió el libro. Sus dirigentes extremaron las demandas y exhibieron las alternativas. De ahí que el Bloque subiera la apuesta reclamando tenientes de alcalde con poder y gobiernos ordenados de manera que reflejasen la existencia de dos referentes políticos en los ayuntamientos.
El BNG moduló perfectamente la distancia entre las expectativas (de los partidos y de los medios de comunicación) y la realidad para que la parte más fuerte de la negociación, el PSdeG, no diese el acuerdo por sentado. Los medios, es evidente, entraron en ese juego y sirvieron de correa de transmisión a dos mensajes cruciales para los negociadores nacionalistas: que las conversaciones estaban rotas, justo cuando comenzaban, y que el acuerdo era prácticamente imposible, justo cuando ambas partes se disponían a redactar el documento final. (Por cierto: la tentación de los nacionalistas de intentar esculpir la opinión pública controlando el flujo de información es perfectamente normal tratándose de una formación política; otra cosa muy distinta es el juicio que merezca, en términos deontológicos, la combinación de ingenuidad y connivencia que mostraron los medios a la hora de trasladar a los ciudadanos lo que realmente estaba pasando).
El BNG trataba de maximizar sus opciones y el PSdeG intentaba reducirlas, pero sin que ninguna de las dos partes considerase realmente otras alternativas. Esa evidencia, firmemente asentada a ambos lados de la mesa de negociaciones, redujo el margen de maniobra a la búsqueda de una fórmula que permitiese a socialistas y nacionalistas trasladar a la sociedad la imagen de un acuerdo en el que cada uno de ellos obtenía el máximo resultado. El PSdeG la unidad de los gobiernos municipales bajo el liderazgo socialista y el BNG la existencia de gobiernos en los que fuesen visibles dos referentes políticos diferentes.
La prueba de todo ello es el pacto mismo. En última instancia, la única diferencia sustancial entre los acuerdos de 2003 y el de 2007 es que sólo habrá un teniente de alcalde por ayuntamiento. Ese empate técnico en la negociación es el resultado de la conciencia común de que no existían alternativas reales. Dehaber confirmado la tesis el Dilema del Prisionero, ambos habrían obtenido un bien inferior al que lograrían mediante la cooperación. En vez de eso, ambas formaciones acabaron aceptando que el punto de llegada era el mismo que el de partida; así que convirtieron el camino entre uno y otro punto en un mera escenificación que diese satisfacción a sus expectativas iniciales. Uno de los negociadores lo confesaba en privado: ambas fuerzas están condenadas a entenderse, al menos durante dos legislaturas. Si se asume ese hecho, lo que único que sus dirigentes deben decidir en cada momento es si su modelo de convivencia se basa en el principio de la cooperación o es en realidad un campo de minas plagado de sobresaltos. ¿El resto? Puro teatro.

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14/6/07

Periodismo de emociones


Puede que no lo haya hecho del todo bien y es seguro que se equivocó haciéndose la foto de las Azores, pero cuando opina sobre los medios de comunicación tiene más razón que un santo: “El impacto es lo que importa. La exactitud es importante pero es secundaria (…). Los diarios de calidad afrontan las mismas presiones que los tabloides; las televisiones, las mismas que los diarios. Hay que conseguir audiencia, mantenerla y atrapar sus emociones. Algo interesante es menos poderoso que algo que emociona”.

En esta información de El País puedes conocer más detalles acerca de la conferencia de Tony Blair en el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo. Las negritas, por supuesto, son mías:

Tony Blair, a quien le queda algo más de dos semanas como primer ministro británico, lanzó ayer un duro ataque contra el periodismo actual y los cambios producidos con la llegada de las nuevas tecnologías. Blair dijo que la competencia brutal lleva a la prensa a comportarse como "bestias salvajes", ha provocado la pérdida de valores, como el de la búsqueda de la verdad, y modificado la relación entre medios de comunicación y políticos, que de esta manera ven "reducida su capacidad para tomar las decisiones correctas".
"El impacto es lo que importa. La exactitud es importante, pero es secundaria. (...) Los diarios de calidad afrontan las mismas presiones que los tabloides; las televisiones, las mismas que los diarios. Hay que conseguir audiencia, mantenerla y atrapar sus emociones. Algo interesante es menos poderoso que algo que conmociona", aseguró el primer ministro británico.
Blair se decidió a hacer públicas sus ideas sobre el estado del periodismo actual "después de muchas dudas", según confesó. "A algunos les parecerán basura, pero era necesario decirlo". Y lo hizo ante la audiencia adecuada, en el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo, en la sede de la agencia británica en Canary Wharf de Londres.
Quiso presentar estas opiniones como sus reflexiones tras 10 años como primer ministro de Reino Unido y 13 como líder del Partido Laborista. Blair advirtió de entrada que no se trata de buscar culpables, sino soluciones a un problema. Admitió de inmediato sus propios pecados debido a la "inusual" atención que el Nuevo Laborismo prestó a los medios "en los primeros años". Y subrayó que "no es la gente lo que ha cambiado, sino el entorno".
Es decir, no es que los periodistas sean más malignos hoy que ayer, pero los cambios que vive el mundo de la información han agravado el antagonismo entre la prensa y los políticos. "Las relaciones entre los medios de comunicación y los políticos son, necesariamente, difíciles. Así tiene que ser", dijo Blair.
Su tesis es que en un mundo con canales de información 24 horas al día siete días a la semana, en el que han irrumpido las ediciones electrónicas y hay millones de blogs compitiendo con los medios tradicionales y alejando de ellos al público más joven, "el mundo de los medios -como todos los demás mundos- está cada vez más fragmentado, más diverso y transformado por la tecnología".
Eso ha generado una lucha feroz por la audiencia y la tirada que en su opinión hace que los políticos tengan que afrontar la información en tiempo real, modificando su forma de exponer el discurso, y ha llevado a los medios "en un grado muy peligroso a la búsqueda del impacto".
Eso provoca, en su opinión, seis consecuencias: "El escándalo y la controversia derrota al periodismo ordinario"; los "errores" se convierten en "engaños"; "el miedo a perderse algo hace que los medios de hoy, más que nunca, cacen en manada: son como bestias salvajes, haciendo añicos a la gente y su reputación"; en vez de la información de la noticia se impone la interpretación de esa noticia; eso hace que información y opinión se confundan de forma rutinaria; por lo tanto, "no hay equilibrio": todo es "o triunfo o derrota, ya no hay grises, sólo blanco o negro".
Blair vio algo de luz en esa oscuridad: en un mundo en el que "la confianza en los periodistas no es mucho mayor que la que hay en los políticos (...) hay un deseo de imparcialidad, un mercado para informar de forma seria y equilibrada".
"Creo que la relación entre la vida pública y los medios está dañada de tal manera que exige una reparación", concluyó. Pero, en el coloquio que siguió a su intervención, descartó que esa solución pueda venir a través de organismos reguladores: "El cambio no puede ser impulsado por los políticos, sino por los propios medios", aseguró.

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