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15/6/07

Sobre los pactos


Del Dilema del Prisionero se deduce que la búsqueda del máximo beneficio a toda costa lleva a renunciar al beneficio mutuo de la opción cooperadora. PSdeG y BNG lo saben perfectamente y por eso llegaron a un acuerdo marco para gobernar los ayuntamientos en los que se necesitan el uno al otro. Ahora bien, como demuestra un experimento realizado un experto en la teoría del juego citado por Eduardo Punset en El viaje a la felicidad (Destino, 2005) la viabilidad práctica de la opción cooperadora depende de la confianza. Y la confianza en cada municipio no se puede fabricar en una mesa de negociaciones.

Es decisivo “hacer aflorar la confianza de cada individuo en la credibilidad del resto”, una circunstancia que, por otra parte, forma parte de “las bases psicológicas de la incidencia significativa de una democracia transparente, es decir, preocupada por generar la confianza individual en los estamentos políticos”. Por esa razón, aunque socialistas y nacionalistas visualicen (en la virtualidad del acuerdo marco) las ventajas de la opción cooperadora, eso no quiere decir que (en todos los casos reales de la negociación en el ámbito local) exista suficiente confianza como para que las dos partes optimicen el máximo beneficio individual a través de la cooperación.
Las ventajas de la opción cooperadora no son los únicos rasgos determinantes de la negociación política que PSdeG y BNG mantuvieron durante ocho días en busca de un acuerdo para gobernar los municipios sin mayoría absoluta.
Uno de los más importantes es que todos los miembros de la comisión negociadora, tanto los de una formación como los de la otra, sabían desde el principio que iban a firmar. ¿Por qué, entonces, el (aparente) vaivén de las conversaciones? La respuesta hay que buscarla en la parte más débil de la negociación. La condición de fuerza minoritaria obliga a quien asume ese papel a hacer ver que, por más que las ventajas de la cooperación así lo determinen, el futuro no está escrito. De ahí que sus dirigentes tuviesen interés en escenificar que el pacto no era inevitable. La capacidad de mejorar posiciones de la parte más débil en cualquier negociación depende directamente de que sea capaz de hacer verosímil su afirmación de que el acuerdo final no tiene por qué ser el que todos esperan; de lo contrario no obtendrá ventaja alguna, porque a su adversario, la parte más fuerte, le bastaría con esperar de brazos cruzados.
Por esa razón la estrategia negociadora de la parte más débil de un proceso dirigido a lograr un acuerdo exige no dar nada por sentado y hacer que el contrario visualice la verosimilitud del escenario que menos le favorece. La parte más fuerte debe creer que su socio potencial está dispuesto a mantener el desacuerdo, sólo de ese modo estará dispuesto a hacer concesiones para no poner en riesgo su objetivo final.
Para construir este escenario, la parte más débil, en este caso (y en términos exclusivamente aritméticos) el BNG, siguió el libro. Sus dirigentes extremaron las demandas y exhibieron las alternativas. De ahí que el Bloque subiera la apuesta reclamando tenientes de alcalde con poder y gobiernos ordenados de manera que reflejasen la existencia de dos referentes políticos en los ayuntamientos.
El BNG moduló perfectamente la distancia entre las expectativas (de los partidos y de los medios de comunicación) y la realidad para que la parte más fuerte de la negociación, el PSdeG, no diese el acuerdo por sentado. Los medios, es evidente, entraron en ese juego y sirvieron de correa de transmisión a dos mensajes cruciales para los negociadores nacionalistas: que las conversaciones estaban rotas, justo cuando comenzaban, y que el acuerdo era prácticamente imposible, justo cuando ambas partes se disponían a redactar el documento final. (Por cierto: la tentación de los nacionalistas de intentar esculpir la opinión pública controlando el flujo de información es perfectamente normal tratándose de una formación política; otra cosa muy distinta es el juicio que merezca, en términos deontológicos, la combinación de ingenuidad y connivencia que mostraron los medios a la hora de trasladar a los ciudadanos lo que realmente estaba pasando).
El BNG trataba de maximizar sus opciones y el PSdeG intentaba reducirlas, pero sin que ninguna de las dos partes considerase realmente otras alternativas. Esa evidencia, firmemente asentada a ambos lados de la mesa de negociaciones, redujo el margen de maniobra a la búsqueda de una fórmula que permitiese a socialistas y nacionalistas trasladar a la sociedad la imagen de un acuerdo en el que cada uno de ellos obtenía el máximo resultado. El PSdeG la unidad de los gobiernos municipales bajo el liderazgo socialista y el BNG la existencia de gobiernos en los que fuesen visibles dos referentes políticos diferentes.
La prueba de todo ello es el pacto mismo. En última instancia, la única diferencia sustancial entre los acuerdos de 2003 y el de 2007 es que sólo habrá un teniente de alcalde por ayuntamiento. Ese empate técnico en la negociación es el resultado de la conciencia común de que no existían alternativas reales. Dehaber confirmado la tesis el Dilema del Prisionero, ambos habrían obtenido un bien inferior al que lograrían mediante la cooperación. En vez de eso, ambas formaciones acabaron aceptando que el punto de llegada era el mismo que el de partida; así que convirtieron el camino entre uno y otro punto en un mera escenificación que diese satisfacción a sus expectativas iniciales. Uno de los negociadores lo confesaba en privado: ambas fuerzas están condenadas a entenderse, al menos durante dos legislaturas. Si se asume ese hecho, lo que único que sus dirigentes deben decidir en cada momento es si su modelo de convivencia se basa en el principio de la cooperación o es en realidad un campo de minas plagado de sobresaltos. ¿El resto? Puro teatro.

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