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27/2/07

Todas las preguntas


La cuestión es retorcida pero bien simple. Quienes, en el pasado, se distinguieron por sus críticas al Gobierno anterior y contribuyeron activamente al cambio político en Galicia, ¿tienen derecho a cuestionar ahora la actuación de los socios del bipartito o, por el contrario, su credibilidad ha quedado cuestionada en origen y ahora lo mejor que podrían hacer es estarse calladitos? Hay partidarios de la primera opción, pero también de la segunda. Y no es una mal ejercicio detenerse un segundo a pensar sobre ello.

Viene todo esto, por supuesto, al artículo con el que Suso de Toro cuestionó este fin de semana la labor de gobierno de la Xunta bipartita. Puede argumentarse, en defensa de la tesis según la cual no tiene ahora credibilidad para criticar quien antes se distinguió como un soporte fundamental de la estrategia política de los criticados, que sus motivos no están fundados en la razón y sí en en el rencor. Se suele hacer esta afirmación de quien, supuestamente, ve defraudadas sus expectativas de beneficiarse de una situación. Si así fuera, lo honrado sería establecerlo con hechos y no con suposiciones, así que, a falta de más información, vamos a descartar esta posibilidad.
En segundo lugar, cabe proponer, a modo de explicación, que no tiene derecho a quejarse precisamente alguien que contribuyó a abrir la Caja de Pandora y, por tanto, a liberar los males sobre la faz de la tierra. Esta tesis es, sin duda, mucho más presentable que la anterior pero, sin embargo, no deja de basarse en elementos que me parecen incompatibles con la honestidad intelectual. La razón es porque parte del principio de que es imposible juzgar con criterio los hechos, establecer comparaciones morales entre las expectativas y los resultados y contribuir al debate público haciendo compatible la convicción política con el análisis. Y yo no puedo creer eso.
Más bien al contrario, me parece un síntoma de la credibilidad de quien opina ser capaz de adoptar una posición crítica especialmente acerca de aquellas materias en las cuales se había depositado confianza, en la creencia, seguramente infundada pero no por ello moralmente reprochable, de que había razones para creer en el futuro. Lo que hace a alguien merecedor de confianza es la capacidad de sostener los mismos principios en circunstancias opuestas, especialmente cuando se está expuesto al pim-pam-pum de la plaza pública. Y, como dice el dicho, "la confianza nunca proviene de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas la preguntas".

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Peridiotismo


Dícese del periodismo idiota, o de los idiotas que hacen periodismo. ¿Quién no ha sentido perplejidad al ver cómo algunos periódicos y muchas televisiones completan sus contenidos con noticias que no pueden dejar de saber que son falsas, porque si no lo supieran los calificativos que merecerían serían mucho peores? Gracias a Petit, el extraordinario hijo pequeño de Orsai, aunque a Hernán Casciari le parezca un hijo tonto, podemos ver algunos ejemplos.



Este es el texto completo del post del imprescindible Petit:

La marcha del (periodista) estudiante
Cuando un periodista sabe que la información que le ha llegado no ocurrirá jamás, tiene dos opciones: o descarta su publicación y se pone a trabajar en algo más serio, o envía la nota a redacción con la palabra "ESTUDIAN" en alguna parte del título. Estas cinco idioteces se publicaron en diarios serios entre el lunes y hoy:

• Estudian obtener la cura contra cáncer a partir del tabaco.

• Estudian un posible milagro de Juan Pablo II.

• Estudian como evitar que un asteroide choque contra la Tierra.

• Estudian tomar medidas jurídicas a unos jóvenes por disfrazarse en carnaval.

• Estudian multar, en restaurantes, a los clientes si no se comen todo
.

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26/2/07

Agudeza mental


Exercicio de agudeza mental: En que país do mundo un alto cargo dun Goberno é quen de seguir no seu cargo despois de ter insultado e ameazado a funcionarios da súa administración e a axentes de policía que prestan servicio onde el traballa? Se saben a resposta, pode que saiban tamén decirme de que materia está feita a responsabilidade dos seus superiores, que miran para outro lado como se asunto non fora con eles.

Se non o entenden, levémolo ó terreo da política comparada. Imaxinemos ó número dous da vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega acusado de insultos e ameazas polo policías da Moncloa. Canto duraría no seu posto? Ou, o que e aínda máis revelador, canto tempo tardarían PSOE e BNG en pedir a dimisión dun secretario xeral do Gobierno de Manuel Fraga se tivera protagonizado semellante espectáculo?
Se xa teñen resposta para estas preguntas, xa saben ata onde chega o compromiso dalgúns coa tan traída e levada rexeneración democrática de Galicia.

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No era esto


"Es ofensivo e inmoral, después de un cambio político para liberar a la sociedad de sus ataduras y chantajes, que esta Administración continúe con la compra de voluntades de las empresas de comunicación. Esa operación, realizada en la penumbra, sólo se explica por la intención de blindarse antidemocráticamente, de seguir comprando con dinero público la información y ocultándola luego. Por la intención de robarnos la libertad de prensa y de expresión. Eso es el más obsceno fraguismo".

(Suso de Toro, en Fue para hacer otra política, publicado el domingo por El País)
(La foto es de Bogdan Zwir)

"La sociedad gallega es débil, es cierto. Padece la debilidad del país envejecido que somos y todavía está sacudiéndose el frío de la etapa de glaciación de la que acabamos de salir. Pero junto a esos rasgos se encuentran también manifestaciones de gran creatividad, vitalidad económica, social, cultural. Aunque, no nos engañemos, a pesar de los fondos europeos seguimos a la cola de casi todo. Aun así, esta Galicia no se merece la expresión política que tiene. Quizá la mereció antes, cuando la sociedad se dejó tutelar y subsistió minorizada mamando de la teta clientelar. Pero ahora que la ciudadanía hizo sus deberes merece otra política.

Una parte significativa de la sociedad se movilizó y se expuso una y otra vez ante un poder político que compraba a la sociedad y castigaba la disidencia, y lo hizo precisamente para acabar con aquella política. Fue la sociedad la que se movió para hacer un cambio, para enfrentarse a un poder político blindado y estarán muy equivocados los partidos que ahora gobiernan si creen que el mérito fue suyo. No les negaremos su trabajo, su militancia, sus denuncias de la ineptitud, corrupción, autoritarismo, la falta de transparencia..., el pésimo ejemplo que fue el poder político para una sociedad ya desesperanzada, nihilista. Pero los partidos no debieran olvidar que son instrumentos de la sociedad y aunque tengan su margen de autonomía en último término es la sociedad quien dispone de ellos poniéndolos en el Gobierno o quitándolos con su voto. Como se hizo. Y, en ese sentido, comprobamos que nuestros partidos son mucho más viejos que la sociedad, no han comprendido los cambios producidos en el país. Siguen sin pensar en la ciudadanía, todavía piensan en los votos comprados.

Los pusimos ahí con nuestro voto. Es nuestra responsabilidad que gobiernen. Y por eso, cuando van a cumplirse los dos años, todos tenemos la obligación de asumir la realidad. No podemos olvidar la etapa de la que venimos, una anomalía histórica caracterizada por la falta de libertad y la inmovilidad; en ese sentido hemos entrado en una etapa de normalidad histórica. No olvidamos la gravosa herencia que nos dejaron en casi todos los campos y así, podemos asumir, incluso comprender, la falta de impulso, las políticas de parche en casi todos los terrenos, la falta de imaginación. Pero resulta totalmente inaceptable que se continúe con las mañas y los modos de gobernar del fraguismo para conservar el poder.

Además de ser un error innecesario, es inaceptable que se censure un programa de humor político en la televisión porque resulta incómodo a quien gobierna. Es impresentable que continúe el tratar a los ancianos como mercancía electoral a base de raciones de empanada. Y es vergonzoso que actúe en ellas un presentador de la televisión autonómica, o una cosa o la otra. Y es ofensivo e inmoral, después de un cambio político para liberar a la sociedad de sus ataduras y chantajes, que esta Administración continúe con la compra de voluntades de las empresas de comunicación. Esa operación, realizada en la penumbra, sólo se explica por la intención de blindarse antidemocráticamente, de seguir comprando con dinero público la información y ocultándola luego. Por la intención de robarnos la libertad de prensa y de expresión. Eso es el más obsceno fraguismo.

La guinda a los comportamientos fraguistas en esta administración bipartita la ponen los altercados en la Vicepresidencia de la Xunta días pasados. Un bochornoso compendio de los malos modos, el autoritarismo y del uso del poder de un modo perverso. Alguien tendrá que dar explicaciones y pedir disculpas. Porque no merecemos eso.

La ciudadanía puede y debe ser comprensiva con unos partidos en su contexto histórico, pero no debiera aceptar lo que no es democráticamente aceptable. Aunque eso suponga, nuevamente, colocarse en posición incómoda. Los votamos, los pusimos ahí para que gobernasen de otro modo, no para perpetuar comportamientos fraguistas. Y los que discrepamos entonces de esos comportamientos no podemos ahora callar. Sólo nos queda esperar que, acercándose al ecuador de la legislatura, haya una autocrítica y un verdadero cambio en el modo de hacer política".

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22/2/07

El mundo en acción


MoveOn.org es una de las principales organizaciones de agitación política que mejor han sabido beneficiarse de las ventajas que ofrece Internet. Nació, como muchas otras, al calor de los dos mandatos de Bush en la Casa Blanca y ahora que están a punto de concluir sus creadores impulsan una nueva plataforma de movilización, esta vez a escala global.



Avaaz.org es el nombre de esta organización, que trata de hacer frente de manera global y mediante la acción directa a una amplia gama de asuntos que van desde la Guerra de Irak al calentamiednto global, pasando por la pobreza extrema. Avaaz ("voz" en varios idiomas de Europa y Asia) quiere construir un discurso global con el único propósito democrártico de asegurarse de que los puntos de vista y los valores de los pueblos del mundo influyen sobre las decisions que afectan a sus vidas.
El nuevo movimiento tiene ap
enas unas semanas de vida pero ya se ha estrenado con las acciones puestas en marcha en contra del intento de Bush de aumentar el número de tropas norteamericanas en Irak.
Al mismo tiempo han comenzado campañas en Alemania, India, Francia y EEUU llamando a despertar a los líderes mundiales en relación con el cambio climático para que lo sitúen en primer lugar en la cumbre que van a celebrar el próximo mes de junio. Pincha aquí para ver la campaña y firmar la petición sobre el cambio climático.
Avaaz se presenta con una gran oportunidad para que los ciudadanos del mundo unan sus fuerzas como nunca antes lo había hecho. El impacto de movimiento ya ha sido recogido por medios como la revista The Economist.
El mundo, aseguran los promotores de Avaaz.org, encara muchos retos, pero si los ciudadanos del mundo trabajan unidos sin tener en cuenta las fronteras tendremos una razón para la esperanza. Los pueblos del mundo, subrayan, son el nuevo superpoder y juntos todo es posible.

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19/2/07

No Logo


No Logo se convirtió hace unos años en la biblia del movimiento antiglobalización. El trabajo de investigación de la periodista Naomi Klein puso al descubierto para el gran público la forma de actuar de las grandes multinacionales, los medios que utilizan para hacernos desear lo que no necesitamos y los mecanismos que perpetúan la explotación, a escala mundial, del hombre por el hombre. Aquí puedes ver un documental sobre el libro (visto en Microsiervos).




El libro de Klein es de obligada lectura. Y si alguien aún no lo ha visto, que nadie se pierda el extraordinario documental canadiense The Corporation, un análisis de las psicopatologías del c0mportamiento de las grandes multinacionales. Gracias a Microsiervos también puedes obtener información detallada acerca de No Logo, así como sobre The Corporation. Pero si quieres ir a las fuentes originales, prueba aquí para el libro de Klein y aquí para el documental canadiense. Corto y pego el prefacio de Esto no es una continuasción de "No Logo", el último libro de Naomi Klein, publicado por La Jornada bajo el título Vallas y ventanas:

"Esto no es una continuacion de "No Logo" (Paidós, Barcelona, 2001), el libro sobre el crecimiento del activismo contra las grandes corporaciones que escribí entre 1995 y 1999. Aquél era un proyecto de investigación regido por una tesis; Vallas y ventanas es una recopilación de mensajes desde las trincheras de una batalla que se desató aproximadamente en el mismo momento en que No Logo fue publicado. El libro estaba en la imprenta cuando los movimientos que describía, en gran medida subterráneos, penetraban en la conciencia general del mundo industrializado, sobre todo gracias a las protestas contra la Organización Mundial del Comercio que tuvieron lugar en Seattle en noviembre de 1999. De la noche a la mañana me vi inmersa en un debate internacional sobre la pregunta más acuciante de nuestro tiempo: ¿qué valores gobernarán la era global?

Lo que empezó como una gira de un par de semanas para promocionar el libro se convirtió en una aventura que abarcaría dos años y medio y 22 países. Me llevó a calles inundadas de gas lacrimógeno en Quebec y Praga, a asambleas vecinales en Buenos Aires, a acampadas con activistas antinucleares en el desierto del sur de Australia y a debates formales con jefes de Estado europeos. Los cuatro años de enclaustramiento para investigar que supuso escribir No Logo apenas me habían preparado para esto. A pesar de las informaciones mediáticas que me consideraban una de las “líderes” o “portavoces” de las protestas globales, lo cierto es que nunca antes había participado en la política y no me entusiasmaban las muchedumbres. La primera vez que tuve que pronunciar un discurso sobre la globalización, bajé la mirada hacia mis notas, empecé a leer y no alcé de nuevo la vista hasta transcurrida una hora y media.

Pero no era momento para timideces. Decenas y después centenares de miles de personas se estaban uniendo a nuevas manifestaciones cada mes. Muchas de ellas, como yo, nunca habían creído realmente en la posibilidad de un cambio político hasta ahora. Parecía como si los errores del modelo económico imperante fueran imposibles de ignorar, y esto sucedía antes de lo de Enron. Con objeto de satisfacer las demandas de los inversores multinacionales, los gobiernos de todo el mundo estaban desatendiendo las necesidades de las personas que los habían elegido. Algunas de estas necesidades no satisfechas eran básicas y urgentes—medicamentos, vivienda, tierras, agua—y en otros casos menos tangibles—espacios culturales no comerciales en los que comunicarse, reunirse y compartir, ya fuera en Internet, a través de emisoras públicas o en las calles—. Subyacía en todo ello la traición a la necesidad fundamental de contar con democracias responsables y participativas, no compradas y pagadas por Enron o el Fondo Monetario Internacional.

La crisis no respetó fronteras nacionales. Una economía global floreciente ocupada en buscar beneficios a corto plazo demostró ser incapaz por sí misma de responder a las crisis ecológicas y humanas, cada vez más urgentes; incapaz, por ejemplo, de sustituir los combustibles fósiles por fuentes de energía sostenibles; incapaz, a pesar de todas las promesas y los apretones de manos, de dedicar los recursos necesarios a detener la expansión del VIH en Africa; poco dispuesta a cumplir los acuerdos internacionales para reducir el hambre o incluso a solucionar los fallos en la seguridad de los alimentos básicos en Europa. Es difícil saber por qué el movimiento de protesta explotó en el momento en que lo hizo, porque la mayor parte de estos problemas sociales y ambientales han sido crónicos durante décadas, pero parte de la explicación se encuentra, sin lugar a dudas, en la propia globalización. Cuando las escuelas carecían de la financiación necesaria o el suministro de agua estaba contaminado, ello solía atribuirse a una mala gestión financiera o, abiertamente, a la corrupción de los miembros de los gobiernos nacionales. Hoy en día, sin embargo, y gracias al auge del intercambio de información más allá de las fronteras, estos problemas son identificados como efectos locales de una determinada ideología global, apoyada por los políticos nacionales pero concebida originalmente por un puñado de intereses de grandes empresas e instituciones internacionales entre las que se cuentan la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

La ironía de la etiqueta “antiglobalización”, impuesta por los medios de comunicación, es que los miembros de este movimiento estamos convirtiendo la globalización en una realidad viva, quizás en un grado mucho mayor que el más “multinacional” de los ejecutivos de una corporación o el más incansable de los miembros de la jet-set. En encuentros como el Foro Social Mundial en Porto Alegre, en “contracumbres” durante las reuniones del Banco Mundial y en redes de comunicación como www.tao.ca o www.indymedia.org, la globalización no se limita a una serie de restringidas transacciones comerciales y turísticas. Se trata, al contrario, de un intrincado proceso en el que miles de personas unen sus destinos simplemente mediante la puesta en común de ideas y la narración de historias sobre cómo las teorías económicas abstractas afectan sus vidas cotidianas. Este movimiento no tiene líderes en el sentido tradicional: sólo gente decidida a aprender y a transmitir.

Como otras personas que se encontraron en esta telaraña global, yo llegué equipada tan sólo con una comprensión limitada de las economías neoliberales, especialmente en lo que atañe a la forma en que éstas afectan a los jóvenes que crecen excesivamente expuestos al mercado y con pocas posibilidades de empleo en Norteamérica y Europa. Pero como muchos otros, yo he sido globalizada por este movimiento: he realizado un curso rápido sobre las consecuencias que la obsesión por el mercado ha tenido para granjeros sin tierra en Brasil, profesores en Argentina, trabajadores de establecimientos de comida rápida en Italia, cafetaleros en México, habitantes de los barrios de chabolas en Sudáfrica, teleoperadores en Francia, inmigrantes recolectores de tomates en Florida, sindicalistas en Filipinas o niños sin techo en Toronto, la ciudad donde vivo.

Esta recopilación es una crónica de mi propio y dificultoso aprendizaje, una pequeña parte de un vasto proceso de información directa compartida que ha dado a mucha gente—personas que no tienen estudios en economía, que no son abogados de comercio internacional ni expertos en patentes—el valor para participar en el debate sobre el futuro de la economía global. Estas columnas, artículos y discursos, escritos para The Globe and Mail, The Guardian, Los Angeles Times y muchas otras publicaciones, fueron pergeñados con rapidez en habitaciones de hotel a altas horas de la noche después de protestas en Washington y México DF, en Independent Media Centres y a bordo de muchos, demasiados aviones. (Ya voy por mi segundo ordenador portátil después de que el hombre que viajaba delante de mí, en un asiento económico de un atestado avión de Air Canada, apretara el botón para reclinarse y yo oyera un terrible crujido). Contienen los argumentos y hechos más irrecusables que pude encontrar para esgrimir en los debates con economistas neoliberales, así como las experiencias más conmovedoras que viví en las calles con compañeros activistas. A veces son apresurados intentos de asimilar la información que había llegado a mi bandeja de entrada sólo unas pocas horas antes, o de hacer frente a una nueva campaña de desinformación que atacara la naturaleza y objetivos de las protestas. Algunos de los textos, particularmente los discursos, no han sido publicados anteriormente.

¿Por qué recopilar estos escritos desiguales en un libro? En parte porque unos meses después del inicio de la “guerra contra el terrorismo” de George W. Bush se ha impuesto la sensación de que algo ha terminado. Algunos políticos (especialmente los que vieron cómo sus políticas eran puestas bajo la lupa de los manifestantes) se apresuraron a declarar que lo que había terminado era el propio movimiento: proclamaban que las preocupaciones en torno a los errores de la globalización son frívolas e incluso alimentan “al enemigo”. En realidad, la escalada de la fuerza militar y la represión de los últimos años han provocado las más amplias protestas en las calles de Roma, Londres, Barcelona y Buenos Aires. También han inspirado a numerosos activistas, que anteriormente se limitaban a mostrar un disentimiento simbólico en el exterior de las cumbres, a emprender acciones directas para reducir la violencia. Entre estas acciones se encuentra incluso la de servir de “escudos humanos” durante el encierro en La Iglesia de la Natividad de Belén, así como el intento de detener las deportaciones ilegales de refugiados en los centros de detención europeos y australianos. Pero cuando el movimiento entró en este delicado nuevo estadio, me di cuenta de que había sido testigo de algo extraordinario: el preciso y emocionante momento en que los parias del mundo real irrumpieron en el club exclusivo de expertos donde se decide nuestro destino colectivo. De modo que éste es el relato no de una conclusión, sino de ese inicio trascendental, un periodo inaugurado en Norteamérica por la gozosa explosión en las calles de Seattle y catapultado hacia un nuevo capítulo por la inimaginable destrucción del 11 de septiembre.

Otra cosa me convenció para reunir estos artículos. Hace unos meses, mientras buscaba entre los recortes de mis columnas una estadística perdida, advertí un par de temas e imágenes recurrentes. La primera era la valla. La imagen aparecía una y otra vez: barreras separando a la gente de lo que antes habían sido recursos públicos, apartándola de la tierra y el agua, restringiendo su capacidad para cruzar fronteras, para expresar disentimiento político, para manifestarse en las calles, incluso para evitar que los políticos aprobasen políticas que tuvieran un sentido para las personas que los habían elegido.

Algunas de estas vallas son difíciles de ver, pero no por ello dejan de existir. Una valla virtual rodea las escuelas de Zambia, donde se ha introducido una “tasa para usuarios” de la educación, siguiendo el consejo del Banco Mundial, que ha puesto las aulas fuera del alcance de millones de personas. Una valla rodea las granjas familiares de Canadá, donde las políticas del gobierno han convertido la agricultura a pequeña escala en un artículo de lujo, inasequible en un paisaje de mercancías con los precios por los suelos y granjas fabriles. Hay una valla real, si bien invisible, que rodea el agua potable de Soweto, donde los precios se han disparado debido a la privatización, y los residentes se ven obligados a recurrir a las fuentes contaminadas. Y hay una valla que rodea la misma idea de democracia cuando se le dice a Argentina que no recibirá un crédito del Fondo Monetario Internacional a menos que reduzca todavía más el gasto social, privatice más recursos y elimine la ayuda a las industrias locales, todo ello en medio de una crisis económica agudizada por estas mismas políticas. Estas vallas son, por supuesto, tan viejas como el colonialismo. “Estas operaciones de usura ponen rejas alrededor de las naciones libres”, escribió Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina. Se refería a los términos de un crédito británico concedido a Argentina en 1824.

Las vallas, la única forma de proteger la propiedad de posibles bandidos, siempre han formado parte del capitalismo, pero los dobles raseros que apuntalan estas vallas son, desde hace un tiempo, cada vez más descarados. Expropiar holdings puede ser el mayor pecado que cualquier gobierno socialista pueda cometer a los ojos de los mercados financieros internacionales (pregúntenselo a Hugo Chávez en Venezuela o a Fidel Castro en Cuba). Pero la protección de los activos garantizada a las compañías por los acuerdos de libre comercio no es extensible a los ciudadanos de Argentina que depositaron sus ahorros de toda la vida en cuentas del Citibank, el Scotiabank y el HSBC, y ahora ven cómo la mayor parte de su dinero ha desaparecido sin más. Tampoco la inclinación del mercado por la riqueza privada dispensa un mejor trato a los empleados de Enron en Estados Unidos, quienes se encontraron con el “cierre” de los portafolios de sus jubilaciones privatizadas, por más que los ejecutivos de Enron se estuviesen embolsando beneficios a un ritmo vertiginoso.

Mientras tanto, ciertas vallas realmente necesarias están siendo atacadas: con la acometida de la privatización, las barreras que antaño existieron entre muchos espacios públicos y privados—impidiendo que hubiera anuncios en las escuelas, por ejemplo; que hubiera intereses de lucro en la salud pública, o que los noticiarios actuaran como meros vehículos de las otras empresas de sus propietarios—han sido derribadas. Todo espacio público protegido ha sido abierto sólo para que el mercado vuelva a cerrarlo.

Otra barrera de interés público que está seriamente amenazada es la que separa los cultivos manipulados genéticamente de los cultivos no alterados. Los gigantes de las semillas no han hecho absolutamente nada para evitar que sus adulteradas semillas volaran hacia los campos vecinos, arraigando y cruzándose, de modo que en muchos países comer alimentos no manipulados genéticamente no es ni siquiera una opción: toda la provisión de alimentos ha sido contaminada. Las vallas que protegen los intereses públicos parecen estar desapareciendo muy rápidamente, mientras que las que restringen nuestras libertades se multiplican.

Cuando advertí que la imagen de la valla seguía apareciendo en discusiones, debates y en mis propios textos, ello me pareció significativo. A fin de cuentas, la pasada década de integración económica ha sido estimulada por la promesa de una caída de barreras, de una creciente movilidad y de una mayor libertad. Pero 13 años después de la celebrada caída del Muro de Berlín seguimos rodeados de vallas, incomunicados; entre nosotros, con la tierra y con nuestra propia capacidad para imaginar que el cambio es posible. El proceso económico que se desarrolla bajo el benigno eufemismo de “globalización” afecta ahora a todos los aspectos de la vida, transformando todas las actividades y recursos naturales en una mercancía restringida y en manos de alguien. Como señala el investigador laboral afincado en Hong Kong Gerard Greenfield, el estado actual del capitalismo no se limita al comercio en el sentido tradicional de vender más productos más allá de las fronteras. También implica alimentar la insaciable necesidad del mercado de crecer mediante la redefinición como “productos” de sectores enteros que anteriormente eran considerados “bienes comunes” que no estaban en venta. La invasión de lo público por lo privado ha llegado a ámbitos como la salud y la educación, por supuesto, pero también a las ideas, los genes, las semillas –hoy compradas, patentadas y valladas–, así como a los remedios tradicionales aborígenes, las plantas e incluso las células humanas. Con el hoy en día la mayor exportación de Estados Unidos (más que los productos manufacturados o las armas), la ley de comercio internacional no sólo debe ser comprendida como un elemento que socava barreras al comercio, sino más concretamente como un proceso que erige de forma sistemática nuevas barreras: alrededor de los conocimientos, de la tecnología y de los recursos recientemente privatizados. Estos Derechos de la Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio impiden que los granjeros replanten sus semillas Monsanto patentadas y convierten en ilegal la fabricación por parte de los países pobres de medicamentos genéricos más baratos para abastecer a poblaciones necesitadas.

La globalización está hoy siendo juzgada porque al otro lado de estas vallas virtuales hay personas reales expulsadas de las escuelas, los hospitales, los lugares de trabajo, sus propias granjas, casas y comunidades. La privatización y la desregulación a gran escala han creado ejércitos de personas expulsadas, cuyos servicios ya no son requeridos, cuyos estilos de vida son despreciados por “atrasados”, cuyas necesidades básicas no son satisfechas. Estas vallas de la exclusión social pueden desechar una industria entera, y pueden también desahuciar a todo un país, como ha sucedido con Argentina. En el caso de Africa, todo un continente se ve exiliado a la sombra del mundo global, fuera del mapa y de las noticias, apareciendo sólo en tiempos de guerra, cuando sus ciudadanos son vistos con recelo como miembros potenciales de una milicia, aspirantes a terroristas o fanáticos antiamericanos.

De hecho, poquísimas de las personas expulsadas al otro lado de la valla por la globalización recurren a la violencia. Hacen algo más simple: se mueven, del campo a la ciudad, de un país a otro. Y es entonces cuando deben enfrentarse con vallas que, en este caso, no tienen nada de virtual: las vallas hechas de eslabones y alambre de espino, reforzadas con hormigón y protegidas con metralletas. Cada vez que oigo la expresión “libre comercio” no puedo evitar recordar las fábricas carcelarias que visité en Filipinas e Indonesia, rodeadas de portalones, atalayas y soldados para acaparar productos con subvenciones muy altas e impedir el acceso a los sindicalistas. Pienso, también, en un viaje reciente al desierto del sur de Australia, donde visité el infame centro de detención de Woomera. A unos 500 kilómetros de la ciudad más cercana, Woomera es una antigua base militar que ha sido convertida en una cárcel para refugiados privatizada y poseída por una empresa subsidiaria de la firma norteamericana de seguridad Wackenhut. En Woomera, cientos de refugiados afganos e iraquíes, que han huido de la opresión y la dictadura de sus países, desean con tanta desesperación que el mundo vea lo que hay al otro lado de la valla, que realizan huelgas de hambre, saltan desde el tejado de sus barracones, beben champú y se cosen la boca.

En estos días, los periódicos están llenos de horribles narraciones de buscadores de asilo que tratan de cruzar las fronteras nacionales escondiéndose entre productos que gozan de una movilidad mucho mayor que ellos. En diciembre de 2001, los cuerpos de ocho refugiados rumanos, entre los que había niños, fueron descubiertos en un contenedor cargado de muebles de oficina: se habían asfixiado durante el largo viaje marítimo: El mismo año, los cadáveres de otros dos refugiados fueron descubiertos en Eau Claire, Wisconsin, en un cargamento de muebles de baño. El año anterior, 24 refugiados chinos de la provincia de Fujian murieron por asfixia en la parte trasera de un camión de reparto en Denver, Inglaterra.

Todas estas vallas están conectadas: las reales, hechas de acero y alambre de espino, son necesarias para reforzar las virtuales, las que ponen los recursos y la riqueza fuera del alcance de muchos. Pero sucede que es imposible esconder una parte tan grande de nuestra riqueza colectiva sin la ayuda de una estrategia que controle el malestar y la movilidad populares. Las empresas de seguridad hacen su agosto en las ciudades en las que es mayor la brecha entre ricos y pobres –Johannesburgo, Sao Paulo, Nueva Delhi– vendiendo puertas de hierro, coches blindados, complejos sistemas de alarma y alquilando ejércitos de guardas privados. Los brasileños, por ejemplo, se gastan 4 mil 500 millones de dólares al año en seguridad privada, y los 400 mil policías de alquiler armados del país superan en número a los agentes de policía en una proporción de casi cuatro a uno. En la profundamente dividida Sudáfrica, el gasto anual en seguridad privada ha alcanzado los mil 600 millones de dólares, más de tres veces lo que el gobierno se gasta cada año en viviendas de bajo precio. Hoy por hoy parece que estas elaboradas fortificaciones que protegen a los que tienen de los que no tienen son microcosmos de lo que se está convirtiendo rápidamente en la seguridad del Estado global: no se trata de la aldea global con cada vez menos muros y barreras, tal y como nos prometieron, sino de una red de fortalezas conectadas por corredores comerciales fuertemente militarizados.

Si este retrato parece desmesurado, sólo puede ser debido a que la mayoría de nosotros, los occidentales, casi nunca vemos las vallas y la artillería. Las fábricas fortificadas y los centros de detención de refugiados permanecen aislados en lugares remotos, donde el peligro de representar un reto para la seductora retórica de un mundo sin fronteras es menor. Pero durante los últimos años, algunas vallas han aparecido ante nuestros ojos, con frecuencia, y coherentemente, durante las cumbres en las que se desarrolla este virtual modelo de globalización. Hoy en día se da por hecho que si los líderes mundiales quieren reunirse para discutir un nuevo acuerdo comercial, deberán construir una fortaleza de última generación para protegerse de la ira del pueblo, compuesta por tanques blindados, gas lacrimógeno, cañones de agua y perros de presa. Cuando Quebec albergó la Cumbre de las Américas en abril de 2001, el gobierno canadiense tomó la decisión sin precedentes de construir una jaula alrededor no sólo del centro de conferencias, sino también del centro de la ciudad, obligando a los residentes a mostrar su documentación oficial para llegar a sus casas y lugares de trabajo. Otra estrategia habitual es celebrar las cumbres en lugares inaccesibles: la reunión de 2002 del G8 fue mantenida en mitad de las Montañas Rocosas canadienses, y la reunión de 2001 de la OMC tuvo lugar en el represivo Estado de Qatar, país en el que el emir prohíbe las protestas políticas. La “guerra contra el terrorismo” se ha convertido en otra valla tras la que esconderse, y es utilizada por los organizadores de las cumbres para explicar por qué las muestras públicas de disidencia no son ya posibles hoy en día o, todavía peor, para trazar amenazantes comparaciones entre los manifestantes legítimos y los terroristas empeñados en la destrucción. Pero lo que se presenta como amenazantes enfrentamientos resulta ser con frecuencia acontecimientos alegres, experimentos de formas alternativas de organizar sociedades y críticas del modelo existente. Recuerdo que la primera vez que participé en una de estas contracumbres tuve la inconfundible sensación de que se estaba abriendo una puerta política: una salida, una ventana, una “rendija en la historia”, para utilizar la bella expresión del subcomandante Marcos. Esta abertura tenía poco que ver con la luna rota del McDonald’s local, la imagen preferida de las cámaras de televisión. Se trataba de algo distinto: una sensación de posibilidad, una bocanada de aire fresco, una ola de oxígeno entrando en el cerebro. Estas protestas—que son realmente maratones de una semana de intensa educación sobre la política global, sesiones de estrategia de madrugada traducidas simultáneamente a seis idiomas, festivales de música y teatro callejero—son como adentrarse en un universo paralelo. De la noche a la mañana, el lugar es transformado en una suerte de ciudad alternativa en la que la urgencia sustituye a la resignación, los logotipos empresariales necesitan guardias armados, la gente ocupa automóviles que no son suyos, el arte está en todas partes, los extraños se dirigen la palabra, y la perspectiva de un cambio radical en el desarrollo político no parece una idea extravagante y anacrónica, sino el pensamiento más lógico del mundo.

Incluso las medidas de seguridad más rotundas han sido convertidas por los activistas en parte del mensaje: las vallas que rodean las cumbres se han transformado en metáforas de un modelo económico que exilia a miles de millones de personas a la pobreza y la exclusión. Los enfrentamientos se producen ante la valla, pero no sólo aquellos que implican palos y ladrillos: las granadas de gas lacrimógeno han sido rechazadas con palos de hockey, los cañones de agua han sido retados del modo más irreverente con pistolas de agua de juguete y los zumbantes helicópteros han sido burlados con escuadrones de aviones de papel. Durante la Cumbre de las Américas de Quebec, un grupo de activistas construyó una catapulta de madera al estilo medieval; la arrastraron hasta la valla de tres metros que rodeaba el centro de la ciudad y catapultaron ositos de peluche por encima. En Praga, durante una reunión del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, el grupo italiano de acción directa Tute Bianche decidió enfrentarse a los policías antidisturbios vestidos de negro no con amenazadores pasamontañas de esquí, sino con monos blancos rellenos de goma de neumático y acolchados con poliestireno. En un enfrentamiento entre Darth Vader y un ejército de Hombres Michelín, la policía no podía ganar. Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, la escarpada ladera que llevaba al centro de conferencias era escalada por una banda de “hadas rosas” con cómicas pelucas, vestidos en colores plata y rosa y zapatos de plataforma. Estos activistas son muy serios en lo que respecta a su deseo de acabar con el orden económico actual, pero sus tácticas reflejan un tenaz rechazo a implicarse en las luchas clásicas por el poder: su objetivo, que empecé a explorar en los últimos textos de este libro, no es hacerse con el poder, sino combatir el principio de centralización del mismo.

También se están abriendo nuevos tipos de ventanas, conspiraciones pacíficas que reclaman los bienes y los espacios privatizados para el uso público. Quizá sean estudiantes arrancando los anuncios de sus clases, intercambiando música en Internet o creando centros de medios independientes con software gratuito. Quizá sean campesinos tailandeses plantando verduras orgánicas en campos de golf más regados de lo necesario, o granjeros sin tierra de Brasil cortando las vallas que rodean los campos sin utilizar y convirtiéndolos en granjas cooperativas. Quizá sean trabajadores bolivianos dando marcha atrás al proceso de privatización del suministro del agua, o ciudadanos de Sudáfrica reconectando la electricidad de los vecinos bajo el eslogan “Power to the people” [Nota de la redacción: Poder, en inglés tiene los dos significados: “energía” —eléctrica—y “poder”]. Y una vez reclamados, estos espacios son también reconstruidos. En asambleas vecinales, en consejos municipales, en centros de medios independientes, en bosques y granjas gestionadas por la comunidad está emergiendo una nueva cultura de vibrante democracia directa, alimentada y fortalecida por la participación directa, no desalentada ni desanimada por la pasiva condición de espectadores.

A pesar de todos los intentos de privatización, parece claro que hay ciertas cosas que no quieren tener propietario. La música, el agua, las semillas, las ideas siguen derribando los muros que se construyen a su alrededor. Muestran una resistencia natural al encierro, una tendencia a escapar, a mezclarse, a saltar por encima de las vallas y salir volando por las ventanas abiertas.

Mientras escribo esto, no se sabe con certeza qué saldrá de estos espacios liberados, o si lo que saldrá será suficientemente sólido para soportar los crecientes embates de la policía y el ejército a medida que se difumina deliberadamente la línea entre terrorista y activista. El interrogante acerca de lo que sucederá me preocupa, así como a todo aquel que haya participado en la construcción de este movimiento internacional. Pero este libro no pretende responder a esta interrogante. Simplemente ofrece una visión de los primeros pasos de un movimiento que se originó en Seattle y se ha transformado a raíz de los acontecimientos del 11 de septiembre y sus consecuencias. He decidido no rescribir estos artículos más allá de unos mínimos cambios, normalmente indicados entre corchetes, relativos a una referencia explicada a un argumento ampliado. Son presentados aquí (en un orden más o menos cronológico) tal y como son: postales instantáneas de momentos dramáticos, un documento del primer capítulo de una muy vieja y recurrente historia: la de la gente empujando las barreras que tratan de contenerlas, abriendo ventanas, respirando hondo, probando la libertad.".

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18/2/07

Grandes momentos de antroido


Mohamed Ould Abderrahmane, Ugio Caamanho Santiso, José Luis Mosquera Veleiro, Antonio Losada Trabada. Del agua hirviendo a la banqueta, la hipoteca y la cuerda de sábanas. De la chapuza al esperpento, la realidad siempre gana, porque tiene más caspa. Especialmente en tiempo de carnaval. He aquí una breve selección periodística.



"Mohamed Ould Abderrahmane, de 31 años, sentado en la fila cinco, aguardó a que se anunciase la escala que el avión iba a hacer en Nuadibú y acto seguido se levantó, empujó a una de las azafatas y avanzó hasta la cabina del aparato. Llevaba dos pistolas automáticas con sus cargadores repletos de balas, y con ellas apuntó al piloto y al copiloto. El comandante sabía que, de las 79 personas que viajaban a bordo del avión, el único que no llevaba cinturón de seguridad era el secuestrador, así que según estaba aterrizando en Las Palmas pegó un frenazo brusco que desestabilizó al individuo. Cuando en pleno aterrizaje perdió el equilibrio, seis pasajeros se precipitaron contra él y le redujeron. Una de las azafatas aprtovechó para arrojarle una tetera de agua hirviendo a su entrepierna". (texto publicado por El País)

José Luis Mosquera Veleiro, aplicado concejal de pueblo. "Sus únicos ingresos reconocidos provienen de su actividad como profesor de Historia en el Instituto Auga da Laxe, ubicado en el centro de Gondomar, donde es muy apreciado por la mayor parte de los alumnos y profesores. Su vida transcurría a diario entre la casa consistorial y el centro de enseñanza, y habitaba una modesta vivienda situada en un ático de apenas 50 metros cuadrados en el casco urbano. Presumía de buen gestor de actividades de ocio en el municipio y no tenía rubor en decir que había logrado convertir Gondomar en «la capital cultural de Val Miñor»". "Yo también tengo que pagar una hipoteca", relatan las crónicas que le dijo al empresario al que extorsionaba mientras la Guardia Civil grababa toda la conversación. (texto publicado por La Voz de Galicia)

Ugio Caamanho Santiso, preso pero con iniciativa. "Todo ocurrió sobre las 5 de la madrugada del martes al miércoles cuando, según las fuentes consultadas, el interno serró los barrotes de la ventana de su celda con una herramienta que tenía escondida. La celda se encuentra en un segundo piso de la prisión y desde allí se descolgó hasta un patio interior con ayuda de unas sábanas anudadas. Finalmente, no pudo alcanzar otro patio porque fue interceptado por los funcionarios". (texto publicado por El Periódico de Extremadura)

Antonio Losada Trabada, secretario xeral de Relacións Institucionais. "Fuentes policiales y testigos presenciales confirmaron que el propio Losada se subió el jueves pasado a una banqueta para borrar personalmente la frase "de Igualdade e do Benestar" que Presidencia había ordenado situar junto a la palabra "Vicepresidencia", justo a la entrada de las oficinas que ocupa el departamento de Anxo Quintana" en la sede de la Xunta en San Caetano.
"No es este el único conflicto protagonizado por Antonio Losada en la sede de la Xunta en las últimas semanas. Recientemente, siempre según testigos presenciales, ordenó forzar la entrada y cambiar la cerradura de un despacho que su Secretaría Xeral disputaba a un departamento colindante que depende de Presidencia, aunque finalmente no llegó a ocuparlo". (texto publicado por El País)

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17/2/07

Debate e blogosfera


"A medida que unha discusión online en galego sobre calquera tema avanza, a probabilidade de que se mencione o reintegracionismo/isolacionismo achégase a 1". A primera Lei de Berto non pode describir mellor unha das eivas máis habituais do blogomillo. Se na blogosfera española os debates sobre calquera cousa acaban xirando inevitablemente en torno a peóns negros e furgonetas brancas, en Galicia é o idioma empregado o que termina por condicionar os argumentos e discurso mesmo de cada quen. (a imaxe está tomada do blog de Berto)

Poderíase falar incluso dunha nova lei: "A probabilidade de que unha discusión online en Galicia sobre calquera tema acabe xirando en torno á identidade lingüística de cada quen e, por conseguinte, debata a ideoloxía política dos autor do blog, é directamente proporcional á súa duración". A min lémbrame a certas persoas capaces de ler determinados xornais só porque están escritos nun idioma, sen ter en consideración a credibilidade dos seus contidos. Esta forma de proceder equivale, nunha analoxía doméstica, a preferir un yogur caducado pero etiquetado en galego a outro rotulado en castelán pero todavía apto para o consumo. Así nos vai...

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16/2/07

¿Signos de esperanza?


¿Hay espacio para una televisión mejor? Somos muchos los que pensamos que no. La degeneración del medio, la sobredosis de publicidad y la multiplicación de cadenas han dado como resultado un producto de difícil digestión. El futuro pasa por la televisión de pago, los canales especializados y la necesidad de asumir que, como en casi todas las cosas, si quieres calidad tienes que pagar. O no. Tal vez haya signos de esperanza.

Según Vaya Tele, algunos géneros basura están en crisis. "Telecinco ha comenzado a reaccionar ante el fracaso de los últimos realities que se han emitido (en general, no sólo el suyo) y ha suspendido la producción del que iba a ser su próximo reality show, la enésima edición de Supervivientes. La emisión de este programa estaba prevista para esta primavera, previsiblemente después de finalizar La casa de tu vida. Después de los pobres datos de audiencia que está registrando este programa, parece que la cadena no quiere correr el riesgo de poner en marcha un concurso que tiene una producción bastante costosa. Parece claro que el genero de los reality shows no pasa por su mejor momento, que ya no triunfa cualquier formato (o más bien habría que decir que ya no triunfa casi ninguno) y que cada vez resulta más arriesgado intentar innovar con este tipo de programas".
¿Llegó la hora de la sensatez? El día en que programas como Aquí Hay Tomate sean retirados de la parrilla por baja audiencia recuperaré la fe en la audiencia española.

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15/2/07

Y tanto que sí


No se conformaron con meternos en una guerra absurda ideada exclusivamente para atender los intereses de las grandes petroleras norteamericanas y los principales fabricantes de armas del mundo, los dos grandes beneficiarios de la política impulsada por los halcones de Washington después del 11 de septiembre. Ahora resulta que legitimaron la cárcel ilegal de Guantánamo, en la que los militares de EEUU llevan cinco años violando los derechos humanos, utilizando para ello el aparato del Estado a espaldas de los ciudadanos. No me extraña que Mariano Rajoy no quiera hablar de Irak.

El martes, después de que José María Aznar, no sin esfuerzo, se diese por enterado de que en Irak no había armas de destrucción masiva, dio muestras del hombre de Estado que se oculta en su interior. "Yo es que estoy en otras cosas", declaró. "No estoy ni en Felipe V, ni en lo suevos, ni en lo que pasó en España hace muchos años. Creo que éste es un asunto que cuando el presidente del Gobierno lo saca... igual que saca la memoria histórica. Oiga, pero no podemos darles a los españoles, hombre, un mensaje de futuro, que ya somos la octava potencia económica del mundo, que hemos crecido muchísimo, nuestro nivel de convergencia y por tanto nivel medio de bienestar ha crecido, por ahí debemos seguir, tenemos que hacer reformas estructurales, tenemos que preocuparnos de la economía, tenemos que hacer una política exterior propia de un país civilizado. Pero qué debates son éstos sobre eso de las fosas que va a hacer ahora Mayor Zaragoza con Mario Soares y con Cosío (...) éste es un país civilizado, coño".
Hoy, a la vista de la visita policial española a Guantánamo, no se le ha ocurrido mejor cosa que decir que no sabía nada y pedir explicaciones al Gobierno actual. Va a ser verdad que está en otras cosas...
[Si quieres actuar, díselo a Bush].

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14/2/07

Desirée Dolron


Desirée Dolron (Holanda, 1963) expone en la feria de arte contemporáneo de Madrid (Arco). Se serie Xteriors explora desde 2001 el legado iconográfico y el dominio de la luz de los pintores flamencos, especialmente los del inevitable Johannes Vermeer. Lo suyo es el rostro impenetrable y una cuidadísima iluminación alterada digitalemente que otorga a sus imágenes una belleza inquietante. Estas fotografías forman parte de un proyecto más extenso con el que Dolron trata de construir un universo imaginario a partir de elementos del mundo real (La imagen es Xteriors XIII).

Art Neutre? recoge algunos detalles sobre Desirée Dolron: "La autora de estas imágenes dedicó nueve años, entre 1990 y 1999, a documentar los rituales religiosos de la India, Malasia, Pakistán y Tailandia, que posteriormente se integraron en la obra Exaltación, Imágenes de Religión y Muerte, en la que los detalles, las caras y los paisajes expresan con vehemencia la atmósfera de sacrificio y sufrimiento del ritual. Sus fotos muestran entre el terror y la fascinación la iliminación mística que afecta al crucificado, el poder del fuego o de un objeto religioso sobre la realidad de los hombres. Posteriormente dedicó seis meses a fotografíar a los vecinos de un barrio de La Habana".

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13/2/07

Loretta Lux


Las imágenes de Loretta Lux (Dresden, 1969) tienen tanto impacto que es muy difícil pasarlas por alto sin detenerse a contemplarlas. La profundidad de los ojos infantiles que retrata, la delicadeza con la que reconstruye la realidad con técnicas digitales y pictóricas y el talento con el que nos obliga a sentirnos observados dicen mucho acerca del potencial de esta fotógrafa alemana, admiradora de Francis Bacon y consagrada internacionalmente desde que expuso su obra en una galería neoyorquina en 2004.

Lux tarda al menos dos meses en completar cada una de sus obras mediante una combinación de diferentes fotografías seleccionadas a través de un proceso muy estricto que incluye la selección de los modelos, en su mayoría hijos e hijas de amigos y el vestuario. No son retratos, aunque los modelos puedan reconocerse, porque han sido alienados de su identidad particular. El resultado, como ella misma de, es "una metáfora de la inocencia y el paraíso perdido" que comenzó a crear en 1999, aunque no quiso mostrarlo hasta (según sus propias palabras) "estar preparada". Su forma de trabajar incluye la realización de centenares de fotografías del protagonista antes de seleccionar una que combinar con un fondo que ella misma pinta o que recoge durante sus viajes a diferentes lugares de Europa. Puedes ver una galería de fotos suyas aquí.

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Formato nuevo, normas nuevas


Como quiera que estamos en la versión 2.0 y algo de experiencia hemos acumulado, nada mejor que dejar claras desde el principio las reglas de juego. Hasta ahora había permitido la publicación de comentarios, aunque no fuesen respetuosos o sus autores utilizasen el anonimato para difundir exabruptos cargados de intolerancia y mala educación. Era una decisión voluntaria del autor de este blog basada en la creencia de que un valor primario de la red tenía que ser la libertad de expresión. En lo que se refería a los comentarios impropios mi única respuesta era el silencio, convencido como estoy de que nada fastidia más a un troll que la indiferencia. Las cosas, sin embargo, van a cambiar.

No, que nadie me malinterprete. No voy a perder ni un segundo en polemizar con esos seres vacíos a quienes la ignorancia o la soledad convierten en desagradables visitantes. Todo lo contrario. Como no quiero que nadie se llame a engaño, anuncio desde ahora que suprimiré como mucho gusto cualquier cosa que traspase los límites de la urbanidad y se adentre en el territorio del insulto, especialmente si se ampara en el anonimato. Hay ciertas cosas que no caben en la libertad de expresión y tolerarlas, lejos de favorecerla, le hacen un flaco favor. Yo soy de los que piensan que no vale todo. Ni en el periodismo, ni en la vida ni, por supuesto, en la blogosfera. El que quiera dejar su opinión, contradecir, polemizar o disentir no sólo podrá hacerlo sino que ya desde ahora cuenta con mi respeto y mi agradecimiento. El que quiera hacer otra cosa no tendrá sitio en este blog. Así que, al que no le guste, que no vuelva, porque esta es mi casa y aquí no es bienvenido.

Actualización: Bestiaria lo dice mucho mejor cuando explica por qué borra a los trolls (visto en Petit):

"Nunca vas a saber con qué criterio borro tus comments. Dejá de elucubrar teorías con esa mustia cabecita de críado que tenés. Yo no te borro porque insultes, deficiente. Te borro por grasa, porque tus adjetivos de pibe chorro me dan arcadas. Cuando decís "trola" me aturdís, sonás como todas las cumbias del mundo. Te baldeo, te barro, te desinfecto por vulgar, por ordinario, por groncho, macaco horrible. Tus comentarios de moscardón hacinado pajéandose frenéticamente en internet me dan asco. Salpicás mi blog con tu fracaso. Olés a fracasado. A escritor que no quiere asumir que su novela es mala. A grandulón que vive en el garage de sus padres. A gordito transpirado sin amigos que cuenta chistes malos. A adolescente repugnante con bigote ralo y problemas mentales. A pelotudo con risa fea que la gente ignora en las fiestas. A mediocre con un proyecto idiota bajo el brazo.

Te saco de mi blog por analfabeto, porque decís "creme roule" e inventás faltas de ortografía para disimular las reales. Te saco porque crees que "creme bruleé" es elegante, champignon horrible que sólo comés en El palacio de la fritura "porque te tratan como un rey". Te borro porque contaminás mi blog con tu ignorancia. Porque me da asco como usás los signos de admiración y los puntos suspensivos. Porque tu blog es mediocre y me da miedo que alguien piense que lo leo. Porque me hacés acordar a los enfermos del borda que piden cigarrillos y se tocan el pito en la entrada del loquero. Te borro porque sólo servís para eso: para ser borrado, ignorado, marginado, repudiado. La gente no te odia, ni le das miedo. A la gente le das verguenza".

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12/2/07

Algo de sentido común


La decisión del Tribunal Supremo sobre De Juana Chaos viene a poner algo de sentido común allí donde la deriva ultra trataba de salirse con la suya. Lo ha hecho reduciendo de doce a tres años la condena dictada por la Audiencia Nacional después de hallar amenazas y enaltecimiento del terrorismo en dos artículos de opinión publicados por el condenado en el diario Gara. Ambos escritos fueron utilizados en su día sin ninguna clase de disimulo, en medio de una enorme presión política y mediática, para forzar la permanencia del etarra en la cárcel a pesar de que, de acuerdo con la legislación española, debía haber recibido la libertad condicional. ETA ha perdido a su mártir y los ciudadanos, por más que la derecha se rasgue las vestiduras, tenemos por fin un motivo para recuperar la esperanza en el sistema judicial. Aunque sea una esperanza pequeñita.
No es de recibo que alguien se invente delitos para cambiar el Código Penal sin pasar por el Congreso y trate de someter a alguien a una cadena perpetua diseñada específicamente a la medida de un reo en particular, por muy despreciable que éste pueda resultar. Si pasamos por alto el sistema de garantías, por muy insoportable que sea volver a ver a un asesino en la calle, estaremos poniendo en entredicho la fortaleza del sistema político que oponemos a la indecencia moral del terrorismo y, lo que es más grave, habremos entregando en bandeja la democracia a quienes quieren condicionarla para ponerla a su servicio. Que De Juana Chaos pueda obtener los beneficios penitenciarios que en rigor le corresponden será, cuando se produzca, el resultado de un modelo penitenciario concebido para devolver a los presos a la sociedad, no para olvidarse de ellos mientras se pudren en una celda. Si a alguien no le gusta (y es obvio que al conglomerado político-mediático le disgusta profundamente), que trate de cambiarlo. Que se atrevan a defender la cadena perpetua y la pena de muerte. Pero que lo hagan a través del Congreso de los Diputados, no mediante atajos infames que demuestran hasta qué punto su compromiso con un pilar básico de la democracia como la declaración universal de los derechos humanos no pasa de ser un gesto políticamente correcto con el que,a la postre, se sienten incómodos.

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Paradojas inducidas


Acabo de leer en un par de blogs (aquí y aquí) que la intención del actual Gobierno de la Xunta de resolver la cuestión del papel institucional de los vicepresidentes haciéndoles miembros natos del Consello Consultivo está provocando cierta indignación. En ambos casos, los autores de los posts a los que me refiero son personas sensatas, a las que repugna la demagogia y que, por tanto, resultan poco sospechosos de basar sus opiniones en consideraciones superficiales. No son, tampoco, miembros de la blogosfera neocon, lo que por sí sólo bastaría para no tener que hacer ningún comentario adicional. No, se trata de personas sensatas y bien informadas. Así que, si ellos están tan enfadados con el proyecto de la Xunta, es fácil imaginar cómo habrá sido recibida la idea por el común de los ciudadanos. (la imagen es de El Roto)

Lo curioso de este asunto es que no sólo ya había sido anunciado por el presidente de la Xunta hace 19 meses, en su discurso de investidura, sino que ha sido divulgado repetidamente por los periódicos a lo largo de la actual legislatura sin que nadie, ni políticos ni periodistas, que son quienes habituamente agitan este clase de polémicas, hayan abierto la boca. Hasta ahora, naturalmente.
La explicación es sencilla. Esta vez, el periódico que ha publicado la información ha planteado el caso en términos salariales afirmando que, gracias a la Xunta, los ex presidentes cobrarán casi 68.000 euros al año. Nada mejor que una buena suma de dinero público para espolear el disgusto de unos ciudadanos agobiados por salarios que apenas alcanzan para satisfacer sus necesidades. ¿El resultado? Una polémica peligrosa acerca de la aviesa intención de los políticos gorrones de siempre de hacerse ricos a costa del erario público. Un buen chupito de rabia popular para animar la sobremesa. Y también los blogs.
La cosa, sin embargo, no es tan sencilla. Veamos por qué.
Lo que la Xunta ha planteado, con acierto o sin él, eso lo veremos más tarde, es la necesidad de resolver el papel institucional de los ex presidentes una vez retirados del cargo. Presidencia quiere que formen parte del Consello Consultivo de Galicia (CCG), un organismo oficial formado por expertos en la administración creado entre otras cosas para asesorar al Ejecutivo en la preparación de leyes. Es en calidad de miembros del CCG que los ex presidentes cobrarían casi 68.000 euros al año y permanecerían en el cargo doce años, exactamente igual que sus compañeros. Por tanto, lo que está en discusión no es la sensatez de una propuesta para que los ex presidentes gallegos cobren 68.000 euros al año durante doce años, sino la conveniencia de que formen parte del Consello Consultivo. El debate debería basarse en la idoneidad del perfil de los ex presidentes para ese cargo; si la experiencia que acumulan durante los años en los que ejercen la máxima responsabilidad ejecutiva de Galicia es útil para que el CCG esté en mejores condiciones de asesorar al Gobierno de turno. Si me apuran, la discusión, en todo caso, debería girar en torno a la utilidad de este organismo, creado a imagen y semejanza del Consejo de Estado, pero nunca alrededor de la cuestión salarial, incluso en el caso de que detrás de la propuesta de la Xunta se ocultase la prosaica intención de resolver el futuro económico de los ex presidentes, algo que, no se engañen, suele resolverse en el sector privado con salarios mucho más elevados de lo que el Consello Consultivo podrá nunca ofrecer. Lo demás es una paradoja inducida por quien prefiere una jugosa polémica a una buena información.

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11/2/07

La vulgaridad es bella


La historia de David Lachapelle (Fairfield, Connecticut, 1969) enlaza la excepcionalidad de Andy Warhol con el presente desbordado y colorista de la moda y la creación artística. En un mundo que ha perdido en poco tiempo a figuras de la talla de Herb Ritts y Helmut Newton, las suyas son las imágenes de uno de los grandes del surrealismo, un fotógrafo llamado a definir lo iconografía de la primeras décadas del nuevo milenio.

A sus fotografían hay que añadir un singular trabajo en el mundo de la publicidad y, sobre todo, Rize, una experiencia imprescindible en el mundo de los documentales. Si todavía no lo conoces, no dejes de visitar su página web. Y lee el reportaje que sobre él publicó recientemente El País bajo la firma de Eugenia de la Torriente:

Es el maestro de la fantasía, la imaginación, el erotismo y el surrealismo. Tras 20 años fotografiando a las grandes estrellas en situaciones imposibles edita un libro gigantesco que recopila lo mejor de toda su carrera y además se estrena como realizador de largometrajes.

Cuando Andy Warhol murió, las cosas se torcieron para David LaChapelle. Era 1987 y los nuevos editores de la revista Interview, en la que el chico de Connecticut que Warhol conoció en una fiesta había aprendido a hacer fotos, le echaron. Él dedicó dos años a trabajar los negativos de color hasta conseguir un vibrante espectro cromático que se convertiría en una de sus señas de identidad. Cuando volvió al negocio nadie quería ver su book. “La gente decía: ‘Está acabado’, ‘Ya no tiene 19 años”, recordaba LaChapelle en una entrevista concedida en 1996.

Hoy, 10 años después de esa entrevista y a casi 20 de su despido, pasados ya los 40, LaChapelle tiene una prueba más que evidente de cuánto se equivocaron los que le enterraron a los 25. Más de una, en realidad: 2.500, para ser exactos. Cada una viene en una caja de 35 por 50 centímetros y tiene 698 páginas y una firma suya. Cada una cuesta 1.500 euros. Cada una es un libro, Artists & prostitutes, edición limitada publicada por Taschen que recoge los mejores trabajos de su carrera entre 1985 y 2005. Una categoría que, tratándose de LaChapelle, significa las imágenes más circenses y provocativas que su imaginación ha ideado. Y que personajes tan mediáticos como Eminem, Madonna, Drew Barrymore o David Beckham se han prestado a interpretar.

“Mis fotografías son escapistas. Para mí la fotografía es fantasía”, afirmaba en 2001 LaChapelle en American Photo. Estrellas del porno, rockeros y modelos situados en un escenario artificial y artificioso que abraza con pasión los símbolos de la cultura pop y aquella parte de la realidad estadounidense que no encaja en las convenciones del buen gusto: centros comerciales, hamburguesas gigantes, autopistas anónimas. Y todo ello con la menor cantidad de ropa posible, por favor: Eminem, desnudo, sujetando un fálico cartucho de dinamita entre sus muslos; Amanda Lepore, su transexual favorita, esnifando diamantes; la rapera Lil’Kim, también desnuda y sólo cubierta por el logo Monogram de Vuitton, como si ella misma se hubiera convertido en un bolso… Reivindicar la vulgaridad y redimirla como belleza.

Una vocación por lo carnavalesco y lo delirante que le ha reportado una de sus más recurrentes etiquetas. El nuevo surrealista. El Fellini de la fotografía. El heredero del maestro francés Guy Bourdin (una de las pocas influencias confesas, junto a Helmut Newton y Diane Arbus, de un hombre que odia la nostalgia). Tal vez, uno de los primeros en encasillarle en esa categoría fuera uno de sus iniciales valedores. James Truman, directivo de Condé Nast que publicó su trabajo en la revista Details, declaraba a The New York Times en 1994: “El suyo es un surrealismo muy contemporáneo. Una especie de mezcla del dadaísmo, la diversión de los años cincuenta, el mal gusto de los setenta y la cibercultura de los noventa”. Una suma de referencias que desde entonces ha permanecido como la ecuación favorita para definir a David LaChapelle.

Entre estos elementos, uno a tener especialmente en cuenta. El lúdico. Para un hombre cuyo mayor éxito es que alguien arranque una fotografía suya de una revista y la pegue en la nevera –“ésos son hoy los museos”–, reírse de casi todo es lo importante. Diversión era lo que buscaba su teatral y aburrida madre cuando vestía a su hijo pequeño con alas de papel y le retrataba como un ángel. O cuando disfrazaba a sus tres vástagos con complicados atuendos y les hacía posar frente a mansiones de extraños. “Mi madre construía su realidad a través de esas fotos. Tal vez de ahí saqué la idea de fabricar fantasías en imágenes”, reflexionaba en 1999 en la revista i-D. Aunque no todo en la infancia de LaChapelle fueron juegos y risas. A los 15 años, el instituto de Farmington podía ser un lugar bastante duro. “Fue una época jodida. Básicamente era un marginado. Me interesaba el punk rock y el disco, y sólo iba a clases de arte. La gente me tiraba cosas en la cafetería porque vestía distinto a los demás. Todo el mundo asumía que era gay y me insultaba. Había veces que no lo soportaba”, confesó a The Advocate en 1996. Así que empaquetó sus cosas y dejó su casa para conocer el fascinante espectáculo de Nueva York al inicio de los ochenta.

En el suelo de la más mitificada pista de baile de la época, Studio 54, dice la leyenda que encontró un pendiente que vendió para comprar su primera cámara. Luego descubriría que la joya pertenecía a Paloma Picasso. Cuento o realidad, lo seguro es que, tras un año en Nueva York, el adolescente LaChapelle fue aceptado en la escuela de arte de North Carolina gracias a sus dibujos y pinturas. Y aquél fue el lugar en el que descubrió la fotografía. “Estaba muy interesado en el realismo y en el arte figurativo, así que la fotografía me pareció una forma más eficiente de reflejar la realidad. Nunca volví a dibujar tras coger la cámara”, declaró en 1996. Paradójicamente, el maestro del artificio llegó a la fotografía en busca de veracidad. Pero en un oscuro y triste episodio de su vida, su punto de vista cambió. Radicalmente.

De vuelta en Nueva York, LaChapelle le enseñó sus fotos a Warhol. “Estupendo”, dijo el artista. Y le contrató para su revista. Las cosas empezaban a ir bien cuando, en 1984, su novio desde hacía tres años murió de sida. Al dolor por la pérdida se le unió la incertidumbre sobre su propia salud. Y a las pruebas que despejaron ese miedo concede LaChapelle una notable influencia sobre su estilo. “Esos resultados cambiaron mi vida”, dijo en 1996. “Después de ellos quería volver a reír y tomar un tipo distinto de foto”. Vital, alegre, sexy, provocativa, sin prejuicios, libre y entretenida; simple y llanamente, entretenida. Un mensaje que ha seducido igual a Vogue que a Rolling Stone, lo mismo a Diesel que a L’Oréal. Sueños e imposibles capturados en una imagen altamente manipulada. “Cambio hasta las caras con el ordenador. No hay límite. No hay razón para ello. Nada es, en realidad, puro. Todo lo que haces en fotografía es artificio”.

Pero no todo lo que hace LaChape-lle es fotografía. Con un cortometraje de seis minutos en que satirizaba a Donatella Versace y Giorgio Armani y con un anuncio de 50 segundos para la cadena MTV en el que Madonna y Courtney Love parodiaban a las protagonistas de ¿Quién teme a Baby Jane? descubrió el poder de la imagen en movimiento. Y dada su cercanía con las estrellas de la música, de ahí a los vídeos medió un pequeño paso. Se estrenó en 1997 con un clip para el grupo Dandy Warhols, y dos años después, con su tercera creación (Natural blues, de Moby, en la que Christina Ricci era un ángel, y el músico, un anciano), se alzó con un montón de premios que le encumbraron como el realizador de moda. Elton John, Jennifer López, Christina Aguilera o Norah Jones son sólo algunos de los que han contado con él para convertir su música en sofisticada y alocada película. Pero, ay, LaChapelle necesitaba más.

“He estado trabajando con famosos durante 20 años. Algunos proyectos son gratificantes, pero en otros me he encontrado con una famosilla sin talento a la que voy a hacer un vídeo que no le interesa nada. Había un vacío. Quería hacer algo, pero no sabía qué”, declaraba en 2005. La respuesta la encontró en la calle. En el conflictivo barrio de South Central, en Los Ángeles, donde jóvenes e increíbles bailarines han creado el krumping. “Lo más explosivo que he conocido desde el break dance”. Un movimiento de vertiginosas contorsiones que ha retratado en Rize, su primer documental y largometraje, que en 2005 pasó por los festivales de Sundance y de Tribeca, en Nueva York. Aunque, tratándose de LaChapelle, que nadie espere un documental al uso. “No tenía intención de hacer una película didáctica y política, sino una entretenida que la gente fuera a ver al cine. Los personajes explicando sus historias, sin expertos ni estadísticas”. Esto es espectáculo, por supuesto, y nadie lo sabe mejor que él, que ha hallado la respuesta a su vacío en jóvenes de un barrio deprimido que se convierten en héroes a través del baile, pero sin que eso signifique un abandono de su pulsión por lo brillante, lo decadente y lo glamouroso. Después de todo, éste es el hombre que dijo: “Yo no quiero fama, sólo hacer fotos famosas”. Y el que ya dispone de un gigantesco libro (casi 700 páginas, recuerde) lleno de ellas.

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