La semana pasada tuve la oportunidad de conversar con alumnos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Santiago acerca del periodismo político, una práctica profesional cada vez más desprestigiada pero de la que depende no sólo la credibilidad de los medios sino la fortaleza del sistema democrático. Allí repasamos algunos de los elementos que condicionan, aquí y ahora, el ejercicio profesional.
He aquí una breve lista de los que me parecen más significativos:
1. La dependencia económica de la mayoría de las cabeceras y de una buena parte de los medios audivisuales. Las empresas periodísticas abrazaron el poder político para sobrevivir a la crisis tecnológica y de audiencias de los primeros años ochenta y ya nunca pudieron (o quisieron) distanciarse de las prácticas serviles que les garantizaban los beneficios. Los sucesivos gobiernos de Manuel Fraga perfeccionaron y estabilizaron ese modelo hasta la náusea y el bipartito del PSdeG y el BNG, infiel a sus promesas, lo hizo suyo sin que esa situación cause el más mínimo rubor a sus dirigentes, siempre dispuestos a hablar de la regeneración democrática cuando tienen ocasión.
2. Los compromisos empresariales, sobre todo locales, de la mayoría de los propietarios de los medios. Es esta una cuestión de la que raramente se habla y a la que en muy contadas ocasiones se presta atención en virtud de un singular pacto de silencio entre medios que a menudo tiene consecuencias sobre la información. Son excepción las ocasiones en las que los unos no tapan las vergüenzas de los otros precisamente allí donde la cercanía de la información es más sensible.
3. El vértigo de la diferencia. Los periodistas, al menos lo que hace información política en Galicia, tienden a buscar en el criterio de sus colegas un antídoto con el que frenar la inseguridad que les falta a la hora de elegir un titular o un enfoque para una información en concreto. De ese tanteo entre compañeros, sutil pero no siempre inocente, nace a menudo un consenso insano para el periodismo pero reconfortante y cómodo para los informadores. Una anécdota de 1913, citada por Bill Kovach y Tom Rosenstiel en Los elementos del periodismo (2003), resulta bien ilustrativa de esta práctica:
El primer defensor del lector del 'News of the World' [el diario fundado por Pulitzer] advirtió que siempre que el periódico informaba de un naufragio se hacía mención a un misterioso gato que siempre se las apañaba para sobrevivir. Cuando el defensor del lector inquirió al reportero acerca de esta curiosa coincidencia, éste le dijo: "Uno de esos barcos llevaba un gato, en efecto, y la tripulación regresó al barco para salvarlo. Yo convertí la historia del gato en uno de los elementos fundamentales de mi artículo. Otros periodistas, sin embargo, ni siquiera mencionaron el detalle y recibieron por ello una reprimenda de sus jefes. Así que cuando se produjo el siguiente naufragio, y pese a que en el barco no había gato alguno, esos periodistas, no queriendo arriesgarse, decidieron introducir un gato en la noticia. Yo, por mi parte, no mencioné a gato alguno, puesto que no lo había, pero a causa de ello recibí a mi vez otra reprimenda. Ahora, cada vez que un barco naufraga, procuramos meter a un gato dentro".
4. La tentación de las fuentes. Hacer fuentes implica relacionarse para conseguir información y eso es una tarea a veces ingrata y siempre larga, porque hay que ganarse la confianza de personas que no siempre están dispuestas a entregarla.
En este caso el peligro consiste en tomar el atajo de entregarse a la fuentes comprándoles información a cambio de un suministro más o menos constante de noticias exclusivas, aunque éstas sean interesadas. Esta tentación es el contrapunto de la anterior. En este caso, el riesgo consiste en destacar historias sólo por que son propias, no porque sean interesantes.
5. El miedo al vacío, que lleva a una muy habitual decisión de recurrir a la inventiva. A menudo, los periodistas dedicados a la información política, atrapados en las rutinas de la agenda, tratan de transformar los hechos para justificar su trabajo. Si alguien pasa ocho horas en un pleno parlamentario en el que no pasa interesante, no se siente a gusto si llega a la redacción y no tiene nada que ofrecer. Si dedica tres horas a cubrir una insulsa ruedas de prensa de la Xunta, se siente en la obligación de preguntar y repreguntar sobre cualquier cosa (por remota relación que tenga con el objeto de la convocatoria) con tal de forzar los hechos y las declaraciones para construir una noticia. Quienes así actúan están más preocupados por justificar su trabajo que por servir a los lectores.
6. El periodismo de declaraciones. Poco que decir a este respecto. Con frecuencia las palabras huecas y el mero intercambio de calificativos son los únicos materiales con los que cuentan los periodistas que cubren información política. Y no siempre los medios ayudan a mantenerla a raya.
7. El peso de la agenda. Los agentes políticos tienen a su disposición un ejército cada vez más grande de personas dedicadas única y exclusivamente a llenar la agenda del periodismo con el fin de condicionar los mensajes que los medios están en condiciones de manejar. Si se mantiene ocupados a los periodistas difícilmente tendrán tiempo para buscar información propia. Los políticos hace años que aprendieron la lección y hoy muchos medios se ahogan diariamente en esta estrategia, convencidos de que su obligación es darlo todo antes que darlo bien. A lo mejor deberían darse cuenta de que su papel no tiene que ver con la exhaustividad superficial y sí con la profundidad de lo verdaderamente esencial. Aunque eso, naturalmente, está lejos de forma parte de la cultura de los medios informativos en esta parte del mundo.
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13/3/07
Periodismo político
Publicado por Fernando Varela a las 3:41 p. m.
Categoría: Periodismo, Política
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