Durante años he mantenido y defendido la necesidad social de los medios de comunicación de titularidad pública. Lo he hecho porque creo que tienen un papel que cumplir, especialmente en el marco de un sistema audiovisual muy diversificado en el que las reglas de la competencia dejan muy escaso margen a los contenidos de calidad más allá del entretenimiento y las producciones de ficción. Tanto lo he creído que, siempre que se ha planteado la cuestión, he apostado por la (impopular) solución de unos medios sin publicidad, libres de tener que rendir cuentas a los vaivenes de la audiencia y financiados directamente a través de los presupuestos. Mi fe, sin embargo, se ha quebrado. Definitivamente.
La causa de mi descreimiento tiene mucho que ver con los partidos políticos y la experiencia del cambio de gobierno en Galicia. Los quince años de dominación del PP sobre la radio y la televisión autonómicas no enseñaron nada al PSdeG y al BNG (o quizá enseñaron demasiado). El resultado es que entre unos y otros han demostrado que no hay esperanza para unos medios sometidos a un férreo control político e ideológico. Unos medios que siguen sin entender cuál es su papel en una sociedad necesitada de contenidos audiovisuales alternativos. Unos medios que deberían tener prohibido reproducir las prácticas más perversas de sus homólogos privados.
A estas alturas, ya sólo queda el argumento de la normalización lingüística para justificar el derroche de dinero y energía que conlleva mantener en pie la Compañía de Radio Televisión de Galicia (CRTVG). Pero ya ni eso se sostiene, especialmente cuando está en manos de la administración la posibilidad de condicionar al uso del gallego la concesión de canales de televisión digital terrestre.
La gota que colma el vaso, la madre de todas las transgresiones, la última burla de todo lo que debe ser y representar la responsabilidad social de los medios públicos es esa especie de remedo enxebre del tomate que presenta superpiñeiro cada tarde en TVG. Tengo amigos (buenos amigos) que trabajan en la televisión y la radio públicas, que son grandes profesionales, creen en el modelo y no se lo merecen pero, lo siento, yo he dejado de creer.
Privaticemos CRTVG. Y pongamos punto y final a tanto despropósito.
16/4/08
Mi fe se ha quebrado
Publicado por Fernando Varela a las 12:27 a. m.
Categoría: Medios, Periodismo, Política, Regeneración democrática, Televisión
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4 comentarios:
Eu traballo alí e estou dacordo contigo.
ya te lo decía yo (y eso que odio citarme...)
http://troquesdeconcreto.blogspot.com/2007/05/ser-por-motivos.html
y ahora que estamos de acuerdo, qué tal una iniciativa legislativa popular? Y que podamos destinar a hospitales y coles lo que nos ahorremos en esto.
Una iniciativa legislativa popular sería lo correcto. Pero no sé si merece la pena tanto esfuerzo sólo por abrir un debate que también se puede plantear por otros medios. Habrá que darle una vuelta...
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