A Rajoy le fascina la gente normal, la que sólo se preocupa por la vida cotidiana. Y si alguien le habla de Irak, de los pelotazos urbanísticos o del 11-M, el jovial dirigente de la derecha frunce el ceño y exige que le pregunten —dicho con sus palabras— «por las cosas que interesan a la gente».
(Xosé Luis Barreiro, en La Voz de Galicia).
Con ánimo de hacer asequible tan profundo pensamiento, Mariano Rajoy suele acompañar su sentencia con una letanía prefabricada en la que enumera las inquietudes de los ciudadanos: la vivienda, la compra, la sanidad y las pensiones. A veces concreta un poco más, y, poniéndole nombre a los problemas, concluye que los españoles también hablamos de educación, del preso De Juana Chaos y de la venta de Navarra a ETA. Pero en términos generales sólo describe como «normales» a los que confunden el mundo con su ombligo y a los que jamás piensan en los determinantes colectivos del bienestar y la justicia.
Hace treinta años, cuando iniciaba mi vida laboral, también yo era normal, porque dedicaba casi todos mis esfuerzos a comprar una casa, a ser afiliado a la Seguridad Social y a estudiar las ofertas del supermercado. Y es muy posible que fuese esa normalidad la que nos llevó a Rajoy y a mí a coincidir en la misma lista. Pero los años pasan y la gente pierde la cabeza. Y, mientras Rajoy sigue pensando en esas cosas que preocupan a la gente, yo empecé a hacer excursiones por ciertas chorradas macabeas que sólo sirven para esterilizar el debate y entretener a las minorías selectas.
Se puede hablar, como a mí me gusta, de la construcción de Europa, o de la creación de un orden internacional justo y sin guerra, pero viene Rajoy y te asegura que la gente normal no se mueve por eso, sino por el precio de la fruta. También se puede comentar la diversidad cultural y lingüística de España, pero enseguida te recuerdan que ninguna encuesta ratifica el interés de la gente por tales banalidades. E incluso se pueden tomar los derroteros del desarrollo sostenible o de la igualdad social. Pero enseguida llega Rajoy para reivindicar las «preocupaciones de la gente», que siempre tienen que ver con su biología animal: comer, tener una madriguera, engendrar y adiestrar a la prole, y lamerse las heridas en un hospital. Y por eso estoy convencido de ser un tío rarísimo, que no acaba de conectar con la aurea mediocritas que tanto le gusta a Rajoy.
Así que escribo este artículo para darle ánimos a esa gente rara que piensa en algo más que en comer y comprar piso, y a los que creen que el orden social precede y fundamenta el bienestar de las personas. Porque estoy convencido de que la gente normal aporta muy poco al progreso común, y que sólo la gente rara se merece mis elogios..
23/4/07
Elogio de la gente rara
Publicado por Fernando Varela a las 4:32 p. m.
Categoría: Periodismo, Política, PP, Televisión
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