A dos semanas de que comience oficialmente la campaña electoral, los tres partidos representados en el Parlamento gallego tienen todo preparado para afrontar la cita con las urnas que renovará la composición de los 315 ayuntamientos y de las cuatro diputaciones provinciales de Galicia. Una convocatoria insólita, porque, por primera vez, PP, PSdeG y BNG competirán en todos los municipios (hasta ahora sólo el partido que preside Alberto Núñez Feijóo había sido capaz de concurrir en todos los ayuntamientos) con los papeles cambiados. El respaldo político y la presencia activa de la Xunta, que durante los últimos 25 años habían estado al servicio de los candidatos locales del PP, jugarán en esta ocasión a favor del PSdeG y el BNG.
Los equipos de estrategia de las tres formaciones están convencidos de que el cambio de papeles en el escenario autonómico hará de la campaña un acontecimiento nuevo. El tiempo transcurrido desde que el PP perdió la mayoría absoluta en el Parlamento autónomo y la proximidad de unas elecciones como las generales, en las que populares y socialistas medirán fuerzas por primera vez desde el 14-M, introducirán en el debate el balance de gestión de los primeros dos años del bipartito y de los tres de legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero también someterán al juicio de los ciudadanos la estrategia de oposición del PP en el conjunto de España y en Galicia.
La primera fase de la precampaña ha puesto de manifiesto que el urbanismo y la diferencia de criterio de los partidos sobre la posibilidad de que los alcaldes compatibilicen sus cargos con actividades privadas en el sector de la construcción se han convertido en el eje del debate. El PSdeG denuncia no sólo la tolerancia que el PP practica a la hora de enjuiciar a los alcaldes constructores sino que ha hecho de las medidas de protección de litoral y de la actuación contra los municipios que incumplen las normas urbanísticas el argumento central de la campaña. La estrategia del PP, después de algunos titubeos, se ha convertido en un reflejo de la de los socialistas. Sus dirigentes utilizan argumentarios dirigidos a denunciar en las filas del PSdeG los mismas prácticas irregulares que ellos atribuyen a la derecha, en un intento de neutralizar las críticas. Y el BNG, consciente de la pelea entre los partidos estatales, ha decidido jugar a fondo la carta de la limpieza como la única formación que no tiene nada que reprocharse en materia urbanística.
En ese contexto, más complicado de lo habitual para el partido mayoritario, el PP de Feijóo afronta su primera campaña como líder con el reto de no dar un paso atrás. Mantener la hegemonía en la administración local (en 2003 logró el 41,4% de los sufragios, más de 2.000 concejales y casi tres de cada cuatro alcaldías) y conservar el control de tres diputaciones y de los ayuntamientos de Ferrol, Ourense y sobre todo Vigo representan para el sucesor de Manuel Fraga la diferencia entre el éxito y el fracaso. Cualquier cosa que el PP consiga por encima de ese objetivo -alguna otra alcaldía en las ciudades o la recuperación de la Diputación de A Coruña- sería una sorpresa para los dirigentes populares.
Si sale bien parado, Feijóo no tendrá problemas para encarar la campaña de las generales (y sobre todo las autonómicas de 2009) en condiciones de hacer frente a Emilio Pérez Touriño. Si fracasa y el PP retrocede posiciones, se expone a un complicado debate que reabra viejas heridas y acabe por cuestionar su liderazgo.
El equipo de campaña de los socialistas se apoya en la idea de que el cambio en la Xunta debe ahora extenderse a los ayuntamientos. El discurso de los socialistas defenderá, como ya hiciera en el pasado el PP, las ventajas que supuestamente se derivan de que las tres administraciones estén en manos del mismo partido político. La idea de "cooperación" será una de las más repetidas.
Los socialistas, que en 2003 sumaron el 27% de los votos y algo menos de 1.000 concejales, han fijado objetivos tan claros como ambiciosos. Además de conservar A Coruña, Lugo y Santiago, quieren resultados en Ferrol, Ourense y sobre todo Vigo, una alcaldía que perdieron en favor del PP por culpa de los desencuentros que acabaron por hacer trizas las relaciones entre socialistas y nacionalistas A este objetivo, el PSdeG quiere sumar las diputaciones de Lugo y Pontevedra, que siempre han estado en manos del PP (los socialistas admiten que Ourense sigue fuera de su alcance). Algún alto cargo del Gobierno sube incluso la apuesta y afirma que los socialistas deben superar al PP también en número de votos.
Si el PSdeG consigue hacer realidad estos objetivos no solo habrá corroborado la rentabilidad de su gestión al frente de la Xunta sino que estará sentando, en opinión de sus dirigentes, las bases para superar al PP en las generales del año que viene y, sobre todo, en las autonómicas de 2009, la cita más importante para Touriño. Un eventual fracaso supondrá que el PP, aun privado de los referentes del poder, tiene una capacidad de resistencia mucho mayor de lo previsto por los estrategas socialistas y obligará a replantear la ruta establecida para consolidar el liderazgo político en 2009.
Las elecciones, sin embargo, no son cosa de dos. El BNG tiene ante sí algunos de los retos más complicados, aunque sus dirigentes confían en la calidad de sus candidatos y en el empuje que representa la gestión que está llevando a cabo en la Xunta. Por eso, y a pesar de que el Bloque ha perdido apoyo en todas las elecciones celebradas desde 2001, la dirección nacionalista ha fijado un objetivo ambicioso: duplicar sus resultados de 2003 y superar la treintena de alcaldías.
Con un programa construido en torno a proyectos puestos en marcha por las consellerías nacionalistas (bienestar social, empleo, vivienda y desarrollo rural), el Bloque quiere desquitarse de la traumática experiencia de las municipales de 2003, cuando perdió las alcaldías de Vigo y Ferrol, salió del gobierno de Lugo y retrocedió en el resto de las ciudades, excepto Pontevedra, la única ciudad gobernada por un alcalde nacionalista. Aquella experiencia abrió un intenso debate sobre la redefinición de los pactos con los socialistas, que aparentemente estaban monopolizando los beneficios de las coaliciones.
Para el BNG es crucial superar el 19,41% de los votos de hace cuatro años y los 600 concejales. Especialmente para su portavoz nacional, Anxo Quintana, sometido a un exigente control dentro de la organización tanto por parte de los grupos que critican su gestión como de sus aliados de la UPG. Si lo consigue habrá garantizado la paz interna hasta las autonómicas y se afirmará como líder nacionalista. Si fracasa, revivará el debate interno.
PP, PSdeG y BNG, con el permiso de las candidaturas independientes, que de nuevo decidirán un buen número de alcaldías, se batirán en los próximos días para repartirse la tarta municipal como si se tratara de una reválida de las autonómicas. Los partidos guardan con discreción el calendario de mítines, pero ya se sabe que el PSdeG se volcará en Vigo con la presencia de Rodríguez Zapatero..
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